Mujeres migrantes de Guatemala también huyen del machismo

Por La silla rota | Martes, Agosto 20, 2019

No es ninguna novedad que en toda América Latina hay una epidemia de homicidios en curso, casi cada año son asesinadas más de 100,000 personas, crisis que ha obligado a millones a salir de la región y buscar asilo en Estados Unidos, donde se enfrentan a un sistema bajo presión por una demanda récord y a una amarga lucha sobre si se les acepta o no.

Aunado a ello, la violencia contra las mujeres, especialmente la violencia doméstica, es un poderoso factor en la crisis migratoria, tan sólo en América Latina y el Caribe están catorce de las veinticinco naciones más mortíferas en el mundo para las mujeres, según datos recabados por Small Arms Survey, un proyecto de investigación independiente que monitorea la violencia en todo el mundo.

Y América Central, la región de donde huyen la mayoría de los que buscan asilo en EU, se encuentra en el ojo del huracán.

En Guatemala, la tasa de homicidios de mujeres es más de tres veces el promedio mundial, en El Salvador es casi de seis veces mayor, mientras que en Honduras, esa tasa es una de las más elevadas de todo el planeta: casi doce veces más que el promedio mundial.

Sin embargo, para obtener asilo en Estados Unidos, los solicitantes deben demostrar que son víctimas de persecución en su país natal por motivos como su raza, religión, afiliación política o por pertenecer a un grupo social específico.

En 2008, Guatemala fue el primer país en reconocer oficialmente el feminicidio como un crimen.

Entre 2007 y 2012 hubo 9.1 asesinatos por cada 100 mil mujeres, según la Policía Nacional de Guatemala.

En 2014, al menos 846 mujeres fueron asesinadas en una población de poco más de 15 millones, dice la fiscalía nacional de Guatemala.

Los datos registran que entre el 2012 y el 2016, 254 mil 160 mujeres fueron agraviadas con los delitos que contempla la Ley contra el femicidio y mil 195 féminas fueron asesinadas.

Entre los grupos de edad más vulnerable están las mujeres de 20 a 29 años, con un 31.5 por ciento de las víctimas y las niñas y adolescentes de entre 10 a 19 años, con el 10.2 por ciento.

Los abogados migratorios a veces han presionado con éxito para que las mujeres sean consideradas un grupo social específico debido a la inmensa violencia que enfrentan, citando un caso de 2014 en el cual a una mujer guatemalteca que huía de la violencia doméstica se le otorgó asilo en Estados Unidos.

Y aunque la violencia en contra de las mujeres en la región es tan predominante que dieciocho países han promulgado leyes para protegerlas, con la figura conocida como feminicidio, que establecen penas más severas y una mayor atención al problema por parte de las autoridades, las nuevas leyes no han logrado reducir los asesinatos de niñas y mujeres en la región, afirma Naciones Unidas.

Pues la inmensa mayoría de los feminicidios en la región nunca se resuelven. En Guatemala, apenas cerca de un 6% conduce a condenas judiciales.

Pese a esto, en toda Guatemala, las denuncias por violencia doméstica han aumentado considerablemente, ya que más mujeres se presentan para reportar abusos. Pareciera que cada semana aparece en los periódicos un caso nuevo y espantoso de una mujer torturada, mutilada o deshumanizada. Es un eco de las violaciones sistémicas y la tortura que vivieron las mujeres durante la guerra civil de 36 años, que dejó una marca permanente en la sociedad.

Pero hoy, los países con las tasas más altas de feminicidios en la región, como Guatemala, también sufren de las más altas tasas de homicidio en general, lo cual hace que el feminicidio se ignore o se desestime como una cuestión doméstica privada que tiene pocas implicaciones a nivel nacional.

El resultado es una mayor disparidad. Mientras que los asesinatos en Guatemala han disminuido considerablemente en la última década, hay una diferencia significativa según el género: los homicidios de hombres han caído un 57 por ciento, en tanto que los asesinatos de mujeres han disminuido en tan solo un 39 por ciento, según datos del gobierno.

Con información de La Silla Rota