Despensas a domicilio, emprenden para que tú #TeQuedesEnCasa

Por La silla rota | Viernes, Abril 3, 2020

“Estábamos pensando ¿Qué otra cosa podremos hacer?”. Así inicia la historia de Sandra Río de la Loza y Alejandro Vera en tiempos de covid-19. Dos profesionistas que hasta hace 15 días ejercían sus respectivas profesiones hasta que la crisis económica consecuencia de la pandemia, les obligó a hacer un alto para cerrar parcialmente su pequeño restaurante “Maruka” en Malinalco, Edomex.

Martes 2 de abril. 5 AM. Sandra y Alejandro salen de su domicilio ubicado en el Estado de México; a bordo de una Pick Up ingresan a la Central de Abastos de la CDMX donde realizan compras en diversas bodegas de frutas y legumbres, para cumplir con su clientela y llevar hasta la puerta de su casa, 14 kilos de alimentos a fin de satisfacer una necesidad frente al #QuédateEnCasa. “La verdad todo salió por una vecina que nos pasó un teléfono y nos contó que había una persona que traía fruta y verdura bajo pedido, para no salir”, cuenta Sandra a La Silla Rota.

-¿Y si vamos y traemos algunas canastas de la Central de Abastos? Hacemos diez, las vendemos en un día y lo hacemos tres veces por semana. Con eso sacamos los gastos fijos de casa, propuso Alejandro.

-¡Vamos! -respondió ella-. Sólo así podremos brincar la contingencia y sacar lo del día.

El lunes 23 de marzo compraron el contenido de quince canastas; pero el martes 24 se vendieron todas entre vecinos y conocidos que a la fecha no han salido a la calle. Su anuncio es preciso. “De la Central de Abastos hasta tu casa. Medio kilo de ejote, un kilo de calabaza, zanahoria, cebolla, papa, pepino jitomate, manzana, naranja, mango, guayaba, plátano, una pieza de piña y otra de lechuga. Costo: 390 pesos. Pedidos vía Whatsapp”. En caso de que algún producto se encuentra agotado, se reemplaza por otro; en este caso lechugas por espinaca; ejotes por limón. El objetivo es que cada canasta dure un promedio de semana por casa.

“Yo no subí nada en redes”, precisa Sandra. “Solo subimos la información en el chat que tenemos con vecinos, les pedí a mis amigas que me difundieran en el chat de sus escuelas y así empezamos. Se informó que esa es la canasta y que no se pueden hacer modificaciones. Al inicio incluimos cilantro, pero son estos calores se hizo horrible y lo quitamos porque no tenemos hieleras. Nuestra infraestructura ha sido exprés, lo hemos ido aterrizando sobre la marcha, literal. Toda la mercancía se divide en cuatro bolsas y eso es lo que entregamos. En dos semanas cumplimos solo con los pedidos que nos da nuestra capacidad; no más. Entre mi coche y la camioneta no caben más bolsas porque si no se aplasta todo”.

Dado que varios familiares atraviesan por la misma situación de desempleo temporal por el coronavirus, este proyecto les adoptó para que replicaran el mismo ejercicio desde sus domicilios. Así, trabajan juntos pero separados: cada ruta compra sus cosas y realiza sus propias entregas, como una forma de auto empleo mientras dure la pandemia y todo vuelve a la normalidad. Con la integración de primos y cuñados, en dos semanas comenzaron a hacer presencia en Metepec, Toluca, Huixquilucan, Interlomas, Santa Fe, Las Lomas, Polanco y una pequeña parte de la Condesa.

Las reacciones han sido favorables: felicitaciones, llamadas telefónicas, amigos que viralizaron su proyecto en Facebook y Twitter. “No nos damos mucho abasto. Nos han llamado de lugares que no alcanzamos a cubrir. Nos llamaron dos Fundaciones para que los apoyemos en el abasto de canastas, también del banco de alimentos, un chavo nos ofreció hacernos unos videos. Hemos recibido muy buena vibra de todos, pero somos realistas en cuanto a nuestro alcance”.

Los vecinos han pasado la voz. Sandra y Alejandro compran hoy, más de lo que requerían en su pequeño restaurante. “Hay quienes nos comentan que el precio por canasta es atractivo y nos llaman para venir por ellas porque creen que somos un local. Me parece que estamos dentro del rango de precio; y afortunadamente, sí logramos salir con los gastos del día; al menos, lo que dure la contingencia”.


Su casa se transformó en negocio. El garage es hoy bodega para armado de canastas; los tablones para comida familiar se convirtieron en mesas de trabajo; un vecino les facilitó una báscula y ellos compraron otra. Así, la oportunidad de empleo temporal se realiza fuera de su hogar, que se encuentra blindado con las medidas higiénicas necesarias contra el covid-19. Los niños ya saben que no pueden salir; y los demás ya saben que no pueden entrar. “Cada entrega se realiza con guantes, tapabocas y traemos gel antibacterial todo el tiempo. Todas las entregas se llevan a cabo entre cinco y nueve de la noche; no dominamos mucho la ciudad, pero ya la vamos conociendo y hemos ido mejorando conforme nos vamos organizando”.

Desempleados se han acercado a este proyecto en busca de, como ellos, una oportunidad para subsistir. Hoy les contactó un chofer de Uber para ofrecer sus servicios como repartidor. Otro señor, habitante cercano de la Central de Abastos, les ofreció su camión para repartir pedidos. Y también recibieron llamadas de proveedores de jitomate, papaya y otros. “El que nosotros mismos entreguemos, es algo que la gente no esperaba”, destaca Sandra, “porque esto se vuelve una relación de más confianza, porque los clientes te abren su casa y necesitan ver que esto es seguro y confiable también para ellos. De vecinos pasamos a ser amigos. Me encantaría tener empleados ¡Sería ideal! Pero en este momento no podemos abrir las puertas de nuestra casa a un extraño que maneja un Uber pero no sé quién es ¿Con qué confianza le puedo enviar con gente que no conozco? Tendrían que manejar dinero. Es complejo. Por eso preferimos no abarcar mucho y quedarnos solo con lo que este bajo control, seguro; y entre nosotros, que somos de confianza. Por lo menos para que mi esposo y para mí, nos importa que nuestra gente querida pueda tener también una entrada económica”.

Cuando acabe la contingencia y se retome el ritmo normal, será otra historia. Ellos lo saben; y están conscientes de que solo aprovecharon un área de oportunidad que, pensaron, solo duraría un mes; pero ahora saben que podría extenderse a cuatro o cinco meses más. “Cuando nos enteramos, me hiperventile -dice Sandra en tono de broma-. No podemos creer que un anuncio comunal se haya viralizado tanto. Nos posteó Lila Down y no tengo idea de cómo le llegó la información a ella. Me hablaron de Yucatán, Cuernavaca, San Luis Potosí, Michoacán; les hemos explicado que no podemos mandarles canastas porque el envío sería muy caro. Pero todo lo agradecemos enormemente ¡Esto nos emociona! Aunque luego entramos en pánico porque o contestamos los whats, o compramos, o repartimos. Lo único que puedo decir es que el chiste es moverse y mover la economía de todos desde casa; hemos encontrado gente que prefiere apoyarnos que comprar en el super. El covid-19 no puede estancarnos todos y debemos enfrentarlo con apoyo y cooperación entre nosotros”.